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Santa Margarita MĒ de Alacoque

PRIMERA CONSAGRACION AL CORAZÓN DE JESÚS
Santa Margarita María de Alacoque
Yo N. N., me dedico y consagro al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo, le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi voluntad irrevocable: ser toda de El y hacerlo todo por su amor, renunciando de todo corazón a todo cuanto pueda disgustarle.
Te tomo, pues, Corazón divino por el único objeto de mi amor, el protector de mi vida, la seguridad de mi salvación, el remedio de mi fragilidad y de mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo en la hora de la muerte.
Sé, por tanto, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y aleja de mi los rayos de su justa indignación. Corazón de amor, en ti pongo toda mi confianza, pues aunque todo lo temo de mi debilidad, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo lo que pueda desagradarte o resistirte. Que Tu amor se imprima tan profundamente en mi corazón que no pueda jamás olvidarte, ni verme separada de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad, que mi nombre esté escrito en ti, pues yo quiero construir toda mi dicha y mi gloria en vivir y morir como esclava tuya. Amen.


San Claudio de la Colombière, S.J.

San Claudio de la Colombiere


ACTO DE LA CONFIANZA

Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.

Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡Oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé, Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡Oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea.


P. Bernardo de Hoyos, S.J.

Padre Bernardo de Hoyos

CONSAGRACION AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
Consagración realizada por Bernardo de Hoyos en 1733, según la fórmula de consagración de San Claudio de La Colombière. Bernardo de Hoyos pronunció la fórmula de consagración en latín. Aquí se muestra la traducción al castellano realizada por el P. Juan de Loyola



“¡Oh Corazón de mi amantísimo Jesús! ¡Corazón dignísimo de toda mi adoración y amor! Yo, Bernardo Francisco de Hoyos, inflamado en el deseo de compensar y borrar tantas y tan graves injurias cometidas contra vos, y para huir, cuanto está de mi parte, el vicio de ingrato, os entrego y consagro del todo mi corazón con todos sus afectos, y a mí mismo con todo cuanto soy enteramente. Protesto que es mi deseo puro y sincero olvidarme del todo desde esta hora y momento de mí mismo y de todas mis cosas, para que, quitados todos los impedimentos, pueda entrar en vuestro sacrosanto Corazón, que con singular misericordia me habéis abierto, y habitar en él vivo y muerto con vuestros fieles siervos".
“Encendido, pues, todo en vuestro amor, ofrezco gustoso a este divinísimo Corazón todo el mérito y satisfacción que puedo tener en los santos sacrificios de la misa, oraciones, obras de penitencia, humildad, obediencia y de todas las demás virtudes que ejercitare por todo el tiempo de mi vida hasta el último aliento de ella. No sólo quiero hacer todo esto en alabanza y honra del Corazón de Jesús, sino que también le pido humilde e instantemente se digne de admitir esta perfecta donación de todas mis cosas que hago a este santísimo Corazón, de suerte que pueda disponer de todas ellas a su arbitrio, aplicándolas a quien fuere servido, o destinándolas al fin que más le agradare: y cediendo a las ánimas del purgatorio toda la satisfacción que pueda tener en mis obras, deseo se las aplique según el beneplácito del Corazón de Jesús. Pero, no debiendo impedir ésta mi donación, que yo pueda ofrecer las misas y oraciones según lo pidieren algunas veces la obediencia y caridad; habiendo de valerme entonces de los bienes ajenos y que ya pertenecen al Corazón de Jesús, es mi intención que todas las obras de virtud que ejercitare entonces, queden dedicadas y consagradas al Corazón de Jesús como bienes propios suyos".
“¡Oh Corazón santísimo! enseñadme, os ruego, el camino que debo tomar para que, olvidado enteramente de mí mismo, llegue a conseguir la pureza de vuestro amor, cuyo deseo me habéis infundido. Abrásome en vehementes deseos de agradaros; pero siento que de ningún modo podré llegar a conseguir lo que deseo sin aquel gran auxilio que vos solamente podéis darme. Perfeccionad, pues, en mí ¡Oh Corazón santísimo! todo lo que os es agradable y conforme a vuestra voluntad. Conozco ciertamente que yo repugno y resisto; pero, si no me engaño, no quisiera resistir: a vos os toca dar y perfeccionarlo todo. A vos sólo ¡Oh Corazón santísimo! se deberá toda la gloria de mi santidad, si mereciere finalmente el conseguirla: ni yo quiero aspirar en adelante a la misma santidad con otro fin sino el de vuestra gloria y alabanza: Amen.

Valladolid, el viernes después de la octava del Corpus, 12 de Junio del año de 1733

Querido y amantísimo discípulo del Corazón sacrosanto de Jesús, Bernardo Francisco de Hoyos.”


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