El Papa Pío IX en el año 1856 hizo extensiva la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús a toda la Iglesia. La Fiesta se celebraría el viernes siguiente a la octava del Corpus.

El culto al Amor de Dios pertenece a la Iglesia desde siempre, pero en su Providencia, ha querido manifestar la devoción a su Corazón más plenamente a través de los siglos. Ésta comienza con las revelaciones que el Corazón de Jesús hizo a una religiosa francesa, Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) de la Orden de la Visitación.

La más importante de estas revelaciones es la que recibió en la infraoctava del Corpus de 1675, “la Gran Promesa”. Cristo con todo su amor le descubre su Corazón humano, diciéndole: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de Amor (Eucaristía). Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.”

Son muchos los santos que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia para propagar la devoción al Corazón de Jesús: San Bernardo y San Buenaventura fueron los primeros en expresarlo; Santa Gertrudis y Santa Matilde las primeras difusoras; San Francisco de Sales y San Juan Eudes  los precursores de la gran expansión en el siglo XVII;  San Claudio de la Colombiere Director espiritual de Santa Margarita Mª de Alacoque, instrumento providencial por el que la devoción toma la forma actual tal como el culto es pedido expresamente por Nuestro Señor; el P. Cardaveraz, y otros, como el Beato Bernardo de Hoyos a quien el Corazón de Jesús se le revela haciéndole la promesa: “Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes.”

El culto al Sagrado Corazón de Jesús se fue difundiendo no sin grandes dificultades. Finalmente, la devoción se extendió por todo el mundo como ninguna otra, hasta ser reconocida y asumida por la Iglesia como “la síntesis de toda la religión y la norma de vida más perfecta.” Todos los Papas últimos la han recomendado numerosas veces.

En España se erigen monumentos públicos en numerosos lugares pidiendo su Reinado. Los más representativos son: el Templo Expiatorio del Tibidabo en Barcelona, el Cerro de los Ángeles en Madrid y el Santuario de la Gran Promesa en Valladolid, de los que dijo San Juan XXIII: “Son jalones gloriosos que se alzan en el suelo del querido pueblo español expresando sus sentimientos de amor y reparación para con el Corazón de Jesús.”

 

PROMESAS QUE EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS HA HECHO A LOS QUE PRACTIQUEN Y PROPAGUEN DICHA DEVOCIÓN

 

Reinaré a pesar de mis enemigos y de los que a ello se opongan.

Daré a mis devotos todas las gracias necesarias a su estado.

Pondré paz en sus familias.

Les aliviaré en sus trabajos.

Bendeciré todas sus empresas.

Les consolaré en sus penas.

Seré su refugio seguro durante la vida y, sobre todo, en la muerte.

Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el océano infinito de misericordia.

Las almas tibias se harán fervorosas.

Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.

Bendeciré las casas en las que mi imagen sea expuesta y honrada.

No dejaré morir eternamente a ningún devoto que se haya consagrado a mi Divino Corazón.

Derramaré la unción de mi caridad sobre las Comunidades religiosas que se pongan bajo mi especial protección y seré su salvaguardia en sus caídas.

Los que trabajen en la salvación de las almas lo harán con éxito y sabrán el arte de conmover los corazones más empedernidos, si tienen una tierna devoción a mi Corazón Divino y trabajan por inspirarla y establecerla en todas partes.

Las personas que propaguen esta devoción recibirán por ella grandes recompensas y tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.

Prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia ni sin recibir los Sacramentos y mi Corazón será su seguro refugio en aquella hora.