Día 4 de febrero de 2022

Oración de los primeros viernes de mes

«Estar siempre en una total indiferencia, (…) estando como en espera de lo que es voluntad de Dios» (Beato Bernardo F. de Hoyos) 

«Procurar, en cuanto a mí estuviere, estar siempre en una total indiferencia, no queriendo, ni aun teniendo deseos, sino estando como en espera de lo que es voluntad de Dios. ¡Oh y qué de maravillas entendí aquí! Esta es la reina, el esmalte, el oro y la más preciosa de las virtudes; pues se puede comparar al primer eslabón de una cadena, que trae los demás tras sí. Habiendo esta, habrá humildad, paciencia, caridad, mortificación, esperanza, fortaleza y todas las demás virtudes» (Beato Bernardo F. de Hoyos) 

Bernardo prosigue su etapa del noviciado. Jesucristo es el centro de su corazón. Era totalmente transparente con sus superiores, gracias a lo cual llegaría a lo más alto de la vida mística, según le declaró más tarde el mismo Jesús. En 1726, en la festividad de san Francisco Javier, se le presentó el Niño-Dios en forma de pescador pescando corazones en un estanque. ¡Bernardo ardía en ganas de “ser pescado” por Jesús! Tanto… que le salió una ampolla en el pecho.  

Surge una profunda amistad espiritual con el Hno. Agustín Cardaveraz, antiguo novicio del p. Loyola, con quien se cartea, y quien le recomienda sinceridad y obediencia, amor a la Eucaristía, a la Virgen y la entrega de su corazón a Dios. 

Vino luego una época de sequedades, oscuridad y tentaciones. Tenía que amar a Jesús sin verle ni sentirle. Dios quería purificar su alma y premió su fidelidad. Pronto volvieron los consuelos. 

¡Qué noviciado más intenso! Estaba ya preparado para sus votos. 

Señor, ¡quién tuviera un alma tan dócil como la de Bernardo y la de todos los santos! Un alma siempre dispuesta a la escucha humilde y confiada de tu voluntad; un alma presta a cumplir con prontitud el más pequeño de tus deseos; un alma abandonada al querer de tu Corazón; un alma que, como Tú, su alimento sea siempre y en todo hacer la voluntad del Padre (cfr. Juan 4, 34). Transforma mi corazón, Señor, y hazlo como Tú quieres que sea… 

 

JESÚS, MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO. 

 

Compositor e intérprete de la canción: Javier Salvado Romero.