III Formación de Voluntarios

» LA HUMILDAD»

En esta última sesión correspondiente la III Formación de Voluntarios, Don Joan Costa nos muestra de forma práctica cómo abordar la humildad en el camino de crecimiento hacia la santidad.

¿Por qué Jesús nos pidió: aprender de mí que soy manso y humilde de corazón? La mansedumbre es la humildad llena de bondad, la clave para entender a Jesús, su corazón y cómo nos quiere. El padre Costa nos recuerda que a Jesús hay que imitarlo en todo pero especialmente en este aspecto que es una de las grandes virtudes.

La mayoría de los problemas humanos siempre son problemas de soberbia. La madre Teresa de Calculta decía que la falta de humildad lo estropea todos y es que la soberbia tiene una gran capacidad destructiva. D. Joan Costa, explica cómo la humildad se nos manifiesta cuando hay un Dios que dice que te necesita en su corazón y que te viene a buscar. Cuando estás lejos sufre y nunca pasa factura. Jesús tiene anhelo y añoranza de tenernos a cada uno de nosotros en su corazón porque ese es nuestro hogar. La humildad es el camino para que Él pueda entrar y nos lo pueda dar todo. Por eso la humildad es el inicio del camino de la verdadera santidad. Se puede decir que la humildad es un acto de hospedaje. Quien es humilde sabe acoger.

Pero nos advierte el padre Costa que ser humilde no es ser pequeño o pobre. La humildad tampoco es sentirse pequeño o pobre, eso es un problema de autoestima.  La humildad, si miramos a Jesús, es hacerse pequeño para que los demás ganen. Dios se hizo uno de nosotros para que nosotros ganáramos. Es ese camino de empequeñecerse para acoger al otro y levantarlo. Saber decir yo no soy ni el centro ni el importante. Me hago pequeño sirviendo, amando, diciendo a alguien que te necesito, haciendo que los otros ganen. Santa Teresa decía que la humildad es andar en verdad. Y para andar en esa verdad debo reconocerme a mí mismo ya que descubro que todo lo que tengo es un don inmerecido, la vida, mi cuerpo, mis cualidades…

Las tres manifestaciones de la soberbia

La soberbia es la alternativa a la humildad, el padre Joan Costa nos advierte sobre las formas de manifestarse de la soberbia, la contraposición a la humildad. Y las enumera del uno al tres. La primera es la vanidad, el afán de ser reconocido; la segunda el amor propio y la tercera es el orgullo, sentirse con derecho al maltrato como si estuviera por encima de todos.

Frente a todo esto, la humildad, una virtud que nos hace dar cuenta de que no soy yo el centro y todo es un regalo. Cuanta más humildad más disponibilidad para acoger los regalos De Dios

Consecuencias de la humildad

Si uno vive con humildad lo hace con el temor de Dios, el temor de estropearlo todo por eso, según el padre Costa, la humildad nos lleva a cuidar las cosas pequeñas; a ser conscientes de que somos capaces de todos los errores; a no ponernos medallas porque si algo hacemos bien es porque Jesús lo ha hecho en mí y esto nos lleva al agradecimiento y el reconocimiento de Dios.

Quien es humilde no se compara, cuando se equivoca siente dolor por haber herido a alguien que me quiere. Cuanto más humildes y más reconocemos la grandeza De Dios, más conscientes seremos de las faltas pequeñas que hacemos.

Don Joan Costa nos asegura que la humildad nos hace tremendamente alegres; nos hace sencillos y des-complicados; nos hace pacientes; obedientes; nos hace sabios porque quien es humilde siempre se deja sorprender; nos hace comprensivos; nos hace afables; nos hace magnánimos y valientes. También nos hace pacíficos, la humildad quita tensión y la soberbia la pone. La humildad nos hace buenos amigos y eficaces en el apostolado. Por último la humildad nos hace agradecidos.

Y todas estas consecuencias se reflejan en un tipo de persona, aquella que lo hace todo fácil. Eso es un corazón humilde.

¿Pero, cómo se crece en humildad?

Para el padre Costa lo primero que tenemos que hacer para crecer en humildad es pedir a Dios un corazón humilde que sepa amar. Después debemos de preocuparnos en diferentes vertientes. Debemos crecer en conocimiento propio, haciendo muy bien el examen de conciencia; crecer en espíritu de servicio; amar las humillaciones; no justificarse, no defenderse; amar la cruz; aceptar nuestras debilidades y limitaciones; ser muy sinceros; dejarse corregir; dejarse ayudar, quien no sabe pedir ayuda es una persona soberbia. No criticar nunca; no quejarse nunca de nada, en el fondo es dejar que Dios mande todo. No sentir las cosas como propias, todo son regalos; escoger lo peor sin que nadie se entere. Crecemos en humildad al imitar a Jesús y a María; obedeciendo a Dios y a la Iglesia. Hay que amar las opiniones de los demás; no ser tozudos. La confesión frecuente nos hace humildes así como la dirección espiritual de alguien en quien podamos abrir el corazón. No debemos guardar nunca rencor a nadie, el rencor es la soberbia y el amor propio enquistado. Para crecer en humildad hay que saber pedir perdón siempre pero también acoger siempre el perdón, no pasar factura y por último saber escuchar.

Como conclusión Don Joan Costa nos hace ver cómo la falta de alegría no es culpa nunca de los demás es siempre culpa de nuestra falta de humildad. Quien no tiene humildad no tiene nada pues la humildad es la fuente de todas las virtudes. Y en este camino de aprendizaje de la humildad nos invita el padre Costa a mirar a María, “…porque ha mirado la humildad de su esclava el Señor ha hecho en mí maravillas”

Dios hace maravillas en corazones humildes, por eso el éxito de este aprendizaje es amar la verdad.

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